13 de octubre de 2025

El problema de Los Anillos de Poder es su deshonestidad intelectual

Gil-Galad y Elrond en Los Anillos de Poder

En el vasto universo de la ficción moderna, pocas obras poseen la resonancia cultural y la profundidad literaria de las creaciones de J.R.R. Tolkien. La mitología de la Tierra Media, un tapiz intrincado de lenguajes, historias y filosofías, ha servido como la piedra angular de la fantasía contemporánea. Por esta razón, la llegada de una adaptación televisiva de gran presupuesto como Los Anillos de Poder, producida por Amazon, se recibió con una mezcla de anticipación y cautela. Sin embargo, la serie no ha sido simplemente una adaptación; ha sido una apropiación. Lejos de ser la «novela que Tolkien nunca escribió» esta producción es, en su esencia, un acto de falsificación creativa, una traición a la integridad del material original que va mucho más allá de las superficiales quejas sobre el problema del wokismo o la calidad de la producción.

El problema central de Los Anillos de Poder no radica en la calidad técnica. Es imperativo reconocer los logros visuales y sonoros de la serie. La cinematografía es, en muchos momentos, sublime, capturando la majestuosidad de los paisajes de la Tierra Media con una belleza innegable. La banda sonora, compuesta por Bear McCreary y, en su tema principal, por Howard Shore, es un elemento potente que evoca la épica que se busca. De igual manera, algunos personajes tienen arcos narrativos y diálogos que, dentro de los estándares actuales, son aceptables. Sin embargo, estos logros superficiales no pueden ocultar una deficiencia profunda y sistémica: la falta de fidelidad al universo de Tolkien.

Figuras de El Señor de los Anillos

Weta Workshop – El Señor de los AnillosFigura de Bárbol, Pastor de Árboles

Una traición evidente al lore

La traición comienza con la reescritura fundamental de los personajes. Galadriel, por ejemplo, es despojada de su esencia. La Galadriel del canon de Tolkien, un ser de inmensa sabiduría y poder, con más de 5.000 años de existencia en la Segunda Edad, era una figura de realeza élfica, una sabia y madura bruja que podía discernir la pureza de los corazones. La serie, en cambio, la reduce a una guerrera vengativa, impulsiva y llena de ira. La Galadriel de la serie busca venganza por su hermano, Finrod, cuya muerte, en el lore original, ocurrió más de dos mil años antes en una misión completamente distinta a la presentada. La serie altera la narrativa de Finrod para justificar un arco de venganza que es ajeno al personaje. Además, el programa ignora el hecho de que Galadriel estaba casada y con una hija, Celebrian, durante este período. La Galadriel de la serie es una nómada, una guerrera solitaria que busca su lugar en el mundo, lo cual es una completa negación de su carácter y de su historia.

De manera similar, el personaje de Elrond también se ha desnaturalizado. Elrond, en este punto de la historia, no era un político ni un igual a Galadriel. Él era un guerrero más joven, y su amistad con Galadriel se desarrollaría más tarde. El programa también ignora la profunda enemistad histórica entre elfos y enanos. La representación de la amistad entre Elrond y los enanos es una invención narrativa que contradice directamente los anales del mundo de Tolkien, donde la única amistad documentada entre un elfo y un enano en este tiempo es la de Celebrimbor y Narvi. Estas alteraciones no son meros cambios triviales; son una reestructuración fundamental de las relaciones y la historia que Tolkien construyó con meticulosidad.

Weta Workshop – La Comunidad del Anillo | Figura de Gandalf, el Gris

Una suma de errores y omisiones

La narrativa de la serie, en su totalidad, es una suma de errores y omisiones. El prólogo es un ejemplo claro de esta falta de respeto. La ausencia de figuras cruciales como Ungoliant y los Valar, así como la mezcla de eventos históricos, evidencia una superficialidad alarmante en la comprensión del material de origen. El programa ignora la Maldición de Mandos, el castigo que pesaba sobre la familia de Galadriel, los Noldor, por el asesinato de sus parientes, los Teleri. Esta maldición era una fuerza motivadora en las decisiones de Galadriel y su renuencia a regresar a Valinor. Al eliminar este elemento, la serie elimina una de las principales tensiones psicológicas del personaje.

Pero el mayor ultraje se comete con la caracterización de Sauron. El Señor Oscuro de Tolkien era un ser de inteligencia sin igual, un maestro del engaño y las apariencias. En la Segunda Edad, se hacía llamar Annatar, «el Señor de los Dones», y usaba una forma élfica para seducir a elfos y hombres por igual. Su astucia era tan grande que logró infiltrarse en el corazón de los herreros elfos de Eregion para forjar los Anillos de Poder. En la serie, en cambio, se nos presenta a un Sauron errante, a la deriva, que deja migas de pan para ser descubierto. Su verdadera identidad se revela de manera forzada, y su representación es la de un personaje que, en lugar de ser el lugarteniente de Melkor, es poco más que un intrigante secundario. La serie no captura la esencia de su maldad seductora, optando por una trama de misterio barato que deshonra la complejidad del personaje.

Weta Workshop – El Señor de los AnillosFigura de Sauron, El Grande

El problema de Los Anillos de Poder

En última instancia, el problema de Los Anillos de Poder no es su calidad, su diversidad o su tono. El problema de los Anillos de Poder es su deshonestidad intelectual. La serie es una falsificación. Los creadores han usado el nombre de Tolkien, un nombre que resuena con un legado de respeto y erudición, para vender un producto que no honra el espíritu de su trabajo. Amazon posee los derechos de El Señor de los Anillos y El Hobbit, pero no de los materiales que forman el corazón de esta nueva narrativa. Han tomado prestado un universo, y al hacerlo, han lo han cambiado sin piedad para adaptarlo a su propia visión comercial.

Esto es un acto de apropiación. El público masivo, ajeno a los matices del lore de Tolkien, aceptará esta versión sin cuestionar. El autor ya no está vivo para defender su obra, pero eso no justifica la manipulación de su legado. Esta es una guerra por la integridad creativa. Es una protesta contra la mercantilización del arte, donde un nombre icónico es suficiente para justificar la deconstrucción de un universo cuidadosamente construido. La serie de Amazon no es la historia de la Tierra Media; es una versión descafeinada y diluida, un producto que usa el prestigio de Tolkien para su propio beneficio, mientras lo despoja de su alma.

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