21 de octubre de 2025

Un profesor de la Universidad de Nottingham no aprobará a sus alumnos si no asumen que El Señor de los Anillos es racista

El Dr. Onyeka Nubia, historiador y escritor que dirige el módulo.

La reciente polémica en la Universidad de Nottingham, tal y como recoge el diario The Telegraph revela una preocupante deriva. Un módulo de historia exige al estudiante una aceptación dogmática. Afirman categóricamente que El Señor de los Anillos es inherentemente racista. Esta imposición académica desvirtúa la esencia del pensamiento crítico. Un juicio preconcebido suplanta el análisis riguroso de la fuente.

La noticia publicada describe una situación coercitiva. Los estudiantes del Dr. Onyeka Nubia, al parecer, no aprobarán si no aceptar que El Señor de los Anillos es racista. Ello supone una censura intelectual inadmisible en el ámbito universitario. La academia debe fomentar el debate y la pluralidad de ideas. No debe actuar como un agente de adoctrinamiento ideológico.

Resulta inaceptable que un profesional de la enseñanza, cuya labor fundamental es el fomento del pensamiento crítico, exhiba un grado tan manifiesto de intolerancia hermenéutica. La imposición de una lectura moralizante y unidimensional sobre una obra canónica como la de J.R.R. Tolkien, supeditando incluso la aprobación estudiantil a la aceptación de su carácter «ofensivo», representa una grave abdicación del rigor metodológico. Esta práctica vulnera los principios esenciales de la libertad académica y transforma el proceso educativo en un ejercicio de coerción ideológica.

La permisividad institucional ante tales conductas es profundamente alarmante. Que una universidad de prestigio consienta un ataque tan desproporcionado y sesgado al legado de Tolkien subraya un preocupante exceso interpretativo. Este se basa en la aplicación anacrónica de teorías sociales que distorsionan el contexto y la complejidad de la obra literaria. Urge una reafirmación de los valores universitarios, donde el debate dialéctico y la autonomía intelectual prevalezcan sobre la imposición dogmática.

Imaginario Chauvinismo étnico en Tolkien

El argumento principal sostiene un supuesto chauvinismo étnico en Tolkien. Se alega una correlación simple entre maldad y oscuridad de la piel. Tal aproximación simplifica una obra de enorme complejidad. Desatiende el contexto histórico y la rica mitología Tolkieniana. El Señor de los Anillos surge de la Gran Guerra y de un profundo humanismo. Tolkien dedicó su vida a la construcción de un legendarium. Este complejo universo narra la lucha entre el bien y la tiranía.

Figura de Sauron, El Señor de los Anillos – Weta Workshop | Edición Limitada

La crítica al módulo universitario debe ser incisiva y frontal. Un curso de historia debe enseñar a contextualizar. No debe limitarse a aplicar etiquetas anacrónicas al pasado. Juzgar a Tolkien con la teoría crítica de la raza actual es un ejercicio falaz. Ignora las intenciones explícitas del autor y su rechazo al nazismo. Tolkien rehusó firmemente cualquier lectura racista de su obra.

El enfoque de Nottingham peca de un presentismo histórico evidente. Interpreta el pasado únicamente a través de lentes contemporáneas. Este método distorsiona el significado original de las creaciones. Un análisis serio considera la fuente, el receptor y su época. Se debe evitar la proyección mecánica de sensibilidades actuales.

Esta tendencia es un síntoma del extremismo woke más delirante. El término, aunque polémico, apunta a un celo moralista. Este celo busca purificar el canon cultural de toda posible ofensa. Tal actitud es contraria a la madurez intelectual exigida.

La presunción de ofensividad debe demostrarse con solidez. No basta la mera apariencia o la interpretación superficial. Tolkien emplea arquetipos universales en su narrativa épica. La dualidad luz-oscuridad es un recurso literario milenario. Asociar automáticamente la oscuridad con el racismo es una reducción simplista. No respeta la profundidad simbólica de la obra.

Los orcos no son seres humanos

El cénit de delirico radica en la asimilación simplista de los Orcos con «gente de color». El texto señala correctamente que la descripción de los Orcos como «swart» (morenos u oscuros) se aplica a criaturas monstruosas y no a seres humanos. Interpretar esta característica física en entidades míticas como una referencia directa y peyorativa a un grupo étnico humano constituye una falacia de falsa equivalencia. La monstruosidad en la narrativa fantástica opera en un plano simbólico; representa la corrupción, la maldad ontológica y la antítesis del orden natural.

El Señor de los Anillos, ilustrado por Tolkien – JRR Tolkien

Si un lector proyecta inmediatamente una etnia humana sobre estos seres abyectos, el problema interpretativo se localiza en la perspectiva del receptor, no necesariamente en la intención del autor

La crítica que equipara las características físicas de los villanos no humanos (como los Haradrim o los Orientales) con estereotipos raciales se enfrenta a una inconsistencia crucial en la obra de Tolkien. La alusión a Saruman el Blanco desmantela eficazmente la tesis de la supuesta demonización exclusiva de lo no-blanco. Saruman es, sin duda, un villano central y una encarnación del mal corrompido; un personaje descrito inequívocamente como de apariencia caucásica. La maldad en la obra tolkieniana no responde a un esquema cromático binario, sino a una corrupción moral que trasciende la raza. El mal puede emerger de la traición (Saruman), de la codicia (Gollum), de la manipulación (Gríma) o de una fuerza cósmica primordial (Sauron). Omitir la villanía de Saruman en el análisis racial es un acto de sesgo selectivo que debilita la argumentación.

El texto introduce una reflexión fundamental sobre las implicaciones éticas de la representación del antagonismo en la ficción. Si se acepta el principio de que otorgar a un villano de ficción una característica asociada a un grupo no-blanco equivale a la demonización de ese grupo en la realidad, se genera un dilema insostenible para la creación artística:

  1. Restricción de la caracterización: Se impone una limitación arbitraria a los autores, quienes se verían obligados a excluir a la totalidad de las personas no-blancas de los roles antagónicos por temor a la interpretación de «demonización». Esta autocensura llevaría a una ficción racialmente desequilibrada y a la negación de la agencia moral de todos los personajes, independientemente de su etnia.
  2. Abolición de la antagonismo: El camino lógico, aunque absurdo, de esta línea de pensamiento llevaría a la conclusión de que, para evitar ofender o «demonizar» a cualquier grupo humano, la ficción debería eliminar a todos los villanos de la narrativa. Esto no solo trivializa el arte narrativo —que se basa en el conflicto— sino que también elude el debate serio sobre la complejidad de la representación.

La ficción opera con arquetipos y conflictos dramáticos. Criticar la etnicidad de un villano sin considerar su función narrativa y su contexto interno es una lectura superficial. La solución no reside en la censura o en la asignación arbitraria de culpabilidad racial, sino en fomentar una madurez crítica que distinga entre la representación ficticia del mal y la promoción de la discriminación en el mundo real.

Weta Workshop – La Comunidad del Anillo | Figura de Gandalf, el Gris

La instrumentalización de la enseñanza para atacar una obra maestra

La universidad, centro del saber, traiciona su misión con esta exigencia. Impone una tesis como verdad inapelable. Anula la capacidad del estudiante para discernir por sí mismo. La crítica debe nacer de la lectura atenta y el estudio comparado. No puede emanar de un dictamen preestablecido por la cátedra. El verdadero peligro reside en la instrumentalización de la enseñanza. Se utiliza la figura del autor para una agenda ideológica. Esto socava la libertad de pensamiento en el aula. Los académicos deben debatir, no censurar la discrepancia. Exigir la aceptación de un juicio moral es pedagogía regresiva.

La insistencia en etiquetar a El Señor de los Anillos como una obra inherentemente racista, como se evidencia en la crítica expuesta, es un ejercicio que prioriza el purismo ideológico sobre el rigor académico y la contextualización histórica. Esta lectura incurre en una reductio ad absurdum al no poder sostenerse ante las contradicciones internas de la obra (el villano blanco, Saruman) y al proponer restricciones inviables para la creación de ficción. La tarea académica debe consistir en el análisis matizado y la comprensión de la obra en su propia matriz cultural, evitando la aplicación de categorías morales contemporáneas como herramienta de juicio sumario.

El rechazo a la complejidad narrativa es otra falla crucial. El Señor de los Anillos aborda el poder corruptor y la amistad. Explora el heroísmo de los pequeños y la resistencia al mal. Estos temas universales trascienden cualquier lectura meramente sociológica. Reducir la obra a un panfleto étnico es intelectualmente empobrecedor.

La obligación de aprobar mediante la adhesión ideológica genera sumisión. Los estudiantes aprenden a priorizar la conformidad sobre la verdad. Este clima académico fomenta la autocensura. Daña la formación de futuros profesionales críticos y reflexivos. La academia debe ser un baluarte contra el pensamiento único.

La Universidad de Nottingham debería reconsiderar la metodología. Deben permitir la discusión abierta sobre las interpretaciones. El análisis de Tolkien merece un tratamiento matizado y exhaustivo. La polémica solo subraya la urgencia de defender la autonomía intelectual. La crítica al módulo es una defensa de la integridad universitaria. Exigimos rigor, debate y respeto por la libertad de cátedra y de pensamiento. Esta es la única vía para una auténtica educación superior.

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