La serie Los Anillos de Poder, producida por Amazon Prime Video y basada en el legendario universo creado por J.R.R. Tolkien, ha sido objeto de numerosas críticas por parte de expertos en narrativa televisiva, así como de estudiosos de la obra del autor y gran parte de los fans. A pesar de la exitosa espectación que generó su producción, debido a la ambiciosa promesa de expandir el legendarium de la Tierra Media, el resultado ha sido percibido por muchos como un despropósito narrativo, principalmente debido a la inconsistencia argumental, las pobres decisiones de guión, y la desconexión con el espíritu de la obra original.
Uno de los aspectos que más han destacado los expertos es la falta de coherencia interna en la trama de Los Anillos de Poder. La narrativa parece dispersa, carente de una dirección clara y con numerosos saltos de lógica. Esto afecta profundamente la inmersión del espectador, quien se ve constantemente desconcertado por decisiones argumentales que no encuentran justificación dentro del propio desarrollo del universo ficcional. Según especialistas en guiones de series, esta incoherencia responde, en parte, a un exceso de personajes y subtramas que no están debidamente entrelazadas o desarrolladas, lo que resulta en una dispersión que impide que la historia principal cobre fuerza y sentido.
Por ejemplo, uno de los problemas más señalados ha sido la evolución de personajes clave como Galadriel, en este caso uno de los personajes protagonistas y más queridos en el fandom de Tolkien. En lugar de presentarla como un personaje complejo, espiritual, con gran magnetismo e incluso místico, la serie opta por convertirla en una heroína arquetípica de acción, al puro estilo Lara Croft, lo cual contradice no solo el legado del personaje en las obras originales, sino también las reglas internas del mundo que el propio autor definió.
Este tipo de simplificaciones, más acordes a narrativas contemporáneas de acción y fantasía comercial, traicionan gravemente la profundidad filosófica y mítica que caracteriza al mundo de Tolkien, generando una desconexión entre el producto televisivo y la obra literaria
Uno de los aspectos más criticados de Los Anillos de Poder es el tratamiento deficiente de los elementos tácticos y geográficos que caracterizan el universo de la Tierra Media. En particular, el asedio de Ost-in-Edhil, mal llamada Eregion en la serie, es un claro ejemplo de cómo la narrativa sacrifica el realismo militar y geográfico en favor del espectáculo visual, debilitando la credibilidad de los eventos y la conexión del espectador con el mundo ficcional.
El asedio de Ost-in-Edhil, uno de los episodios clave en la historia de la Segunda Edad, es presentado de manera simplificada y carente de verosimilitud en Los Anillos de Poder. En los textos de Tolkien, Ost-in-Edhil es una ciudad élfica de gran relevancia, hogar de los Gwaith-i-Mírdain, que significa «Los Alarifes de las Joyas» y eran una hermandad de herreros elfos liderados por Celebrimbor, quienes forjan los Anillos de Poder. Estos herreros aparecen en la serie sin mencionarse su nombre como hermandad, de manera testimonial como simples alumnos a las órdenes de un profesor exigente. Lo único referente de manera evidente, es que el nombre de la herrera elfa llamada Mirdania hace referencia a esa hermandad. En la serie, sin embargo, esta ciudad y su importancia estratégica, artesanal y cultural están desdibujadas, tratadas de manera superficial. Además, el asedio en sí mismo está representado sin tener en cuenta principios básicos de la estrategia militar o la lógica narrativa.
El asedio aparece como un conflicto mal planeado y ejecutado, donde las fuerzas en juego no se presentan con coherencia. Los ejércitos que asaltan la ciudad no parecen respetar la logística que una operación militar de tal magnitud requeriría, ni las defensas elfas están a la altura de lo que cabría esperar de una ciudad del prestigio de Ost-in-Edhil. Las escenas de combate carecen de una lógica táctica realista, reduciéndose a secuencias de acción sin un sentido claro de estrategia o desarrollo.
En una escena, se presenta a Galadriel derrotando a varios orcos que, de manera inverosímil, parecen no ofrecer resistencia significativa y se dejan abatir por su espada, lo que evidencia una falta de interés en la coreografía de un combate real
La ausencia de elementos como fortificaciones complejas, uso inteligente del terreno o un verdadero sentido de urgencia y presión por parte de los defensores genera una desconexión que resta peso dramático a uno de los eventos clave de la serie.
Otro de los puntos más criticados por los expertos es la flagrante violación de las distancias y los tiempos de viaje en Los Anillos de Poder, lo cual no solo compromete la coherencia interna de la serie, sino que también traiciona uno de los elementos esenciales de la narrativa de Tolkien: la geografía detallada y la sensación de escala y viaje. En la obra original, Tolkien dedica un esfuerzo considerable a describir los vastos paisajes y las largas jornadas que los personajes deben emprender, lo cual no solo crea un sentido de realismo, sino que también permite desarrollar relaciones y tensiones entre los personajes.
El no respetar los tiempos de viaje no es un mero detalle técnico, sino que tiene un impacto profundo en la forma en que la historia se desarrolla. En El Señor de los Anillos, en El Hobbit y otros textos de Tolkien, el viaje es parte fundamental del arco de los personajes; las largas travesías no solo representan el paso del tiempo, sino también el crecimiento personal, las dificultades enfrentadas y las interacciones entre los compañeros de viaje. Al reducir los viajes a movimientos casi instantáneos, Los Anillos de Poder elimina una parte crucial de la tensión narrativa y el desarrollo de personajes. En cambio, en Los Anillos de Poder, las distancias se reducen a un cambio de escena.
En la serie, los personajes parecen moverse a través de la Tierra Media como si las vastas distancias que separan los reinos y las ciudades fueran irrelevantes. Un claro ejemplo de esto es cómo los ejércitos, como los númenóreanos, viajan de manera casi instantánea entre localizaciones que, en los mapas de Tolkien, se encuentran a cientos o miles de kilómetros de distancia. Lo mismo ocurre con los ejércitos de Lindon llegando a Eregion en un cambio de toma en la segunda temporada. Este tratamiento no solo socava la verosimilitud geográfica de la Tierra Media, sino que también minimiza la importancia de las distancias en términos narrativos, eliminando cualquier sensación de aventura o peligro relacionado con los viajes largos.
Asimismo, la falta de coherencia en las distancias y tiempos de desplazamiento genera confusión en el espectador. Al no establecer claramente las relaciones espaciales entre los distintos reinos y asentamientos, la serie pierde la oportunidad de reforzar la comprensión geopolítica del mundo de la Tierra Media. En lugar de mostrar cómo los diferentes pueblos están aislados o conectados por vastos territorios, la serie opta por una representación vaga y simplista de la geografía, lo que diluye el impacto de los eventos en un mundo que debería sentirse vasto y lleno de desafíos naturales.
Otro punto de debate crítico ha sido la falta de fidelidad al material fuente. Si bien es comprensible que las adaptaciones televisivas deban tomar libertades creativas para ajustarse al medio, Los Anillos de Poder ha sido criticada por deformar elementos esenciales del legendarium tolkieniano. Según algunos expertos, esto ocurre debido a una interpretación errada de los textos. Por ejemplo, las líneas temporales han sido comprimidas de manera arbitraria, alterando el ritmo de los acontecimientos y forzando relaciones entre personajes que, en la obra original, no interactúan o lo hacen de manera muy distinta. Este tratamiento no solo confunde a los fanáticos conocedores de la mitología de Tolkien, sino que también debilita la credibilidad interna de la serie como una obra independiente.
Además, la serie introduce personajes que nunca fueron concebidos por Tolkien, y aunque esto no es un error en sí mismo, la manera en que son desarrollados tiende a ser superficial. Los diálogos, en muchos casos, parecen estar diseñados para servir a fines de espectáculo o giros dramáticos predecibles, en lugar de ofrecer una construcción genuina de la narrativa. Esta superficialidad afecta directamente la atmósfera, la cual carece de la profundidad espiritual y épica que es uno de los pilares fundamentales de la obra de Tolkien.
En términos de construcción de mundo, un elemento crucial en cualquier serie de fantasía, Los Anillos de Poder falla en generar una representación creíble y cohesionada de la Tierra Media. A pesar de los avances tecnológicos y el considerable presupuesto con el que contaba la producción, la estética visual de la serie es inconsistente.
Los escenarios, aunque bellamente diseñados en algunos casos, no logran transmitir la sensación de antigüedad y trascendencia que caracteriza a la obra de Tolkien
La combinación de efectos visuales avanzados y la grandiosidad de los paisajes no es suficiente para compensar la falta de una atmósfera narrativa adecuada.
En cuanto a los conflictos geopolíticos y las tensiones entre las razas (elfos, enanos, hombres, hobbits y orcos), estos elementos no alcanzan la complejidad esperada. Los enredos políticos son reducidos a clichés, lo que despoja a la serie de la riqueza narrativa que caracteriza las intrigas y tensiones culturales presentes en el trabajo de Tolkien. El enfoque de la serie parece estar más centrado en el espectáculo visual que en el desarrollo de una trama profunda y bien articulada.
Desde una perspectiva técnica, Los Anillos de Poder también ha sido criticada por su estructura dramática débil. Los guionistas parecen haber priorizado la creación de momentos impactantes —que buscan generar un “efecto sorpresa” o atraer a una audiencia no especializada— sobre la coherencia interna de la historia y el desarrollo progresivo de los personajes. Esto resulta en un formato episódico irregular, donde se sacrifican arcos argumentales de largo plazo en favor de escenas de acción o giros dramáticos que, en lugar de fortalecer la narrativa, la hacen más caótica y fragmentada. Un ejemplo claro de esta disparidad se observa en la segunda temporada de la serie, concretamente en el discurso de Amapola, la hobbit pelosa, quien intenta pronunciar una arenga de esperanza similar a la que Sam realiza al final de Las Dos Torres. Sin embargo, ambas intervenciones carecen de cualquier punto de comparación. Las palabras de Sam, escritas por el propio Tolkien en un contexto de extrema adversidad en El Señor de los Anillos, están impregnadas de una profundidad emocional y sentimental que no logra replicarse en el discurso guionizado y simplista de Amapola en Los Anillos de Poder. La carga dramática que Tolkien imprimió en el diálogo de Sam es fundamentalmente superior, tanto en contenido como en impacto narrativo.
Este tipo de deficiencias responde a una tendencia contemporánea en las producciones de alto presupuesto, donde el enfoque en la espectacularidad visual y el “fan service” tiende a reemplazar el compromiso con la integridad narrativa y el respeto a la construcción de personajes. En el caso de Los Anillos de Poder, estas decisiones han llevado a una experiencia televisiva que, si bien es visualmente atractiva, se percibe vacía y carente de una verdadera profundidad narrativa, ya que se encuentra más concentrada en introducir sentimientos políticos modernos, que en la construcción de una buena historia.
La principal problemática de esta serie radica en que sus guionistas y showrunners han centrado sus esfuerzos en la promoción de un mensaje preestablecido, priorizando su adecuación a una agenda específica, en lugar de enfocarse en construir un mensaje que surja orgánicamente de una narrativa emocionante y coherente, tal como la que Tolkien nos ofreció en su obra original. Esta inversión de prioridades ha afectado la integridad de la historia y su capacidad de resonar con la riqueza narrativa que caracteriza al legado del autor.
En conclusión, las deficiencias narrativas y argumentales de Los Anillos de Poder, evidenciadas en su falta de coherencia, superficialidad en los diálogos y desconexión con el legado de Tolkien, han sido severamente castigadas por una audiencia exigente, lo que demuestra que los espectadores siguen demandando historias bien construidas y fieles a su esencia. Este panorama deja una puerta abierta a la esperanza, ya que los proyectos futuros sobre la Tierra Media, a cargo de Warner Bros. y Peter Jackson, podrían ofrecer una corrección del rumbo, devolviendo la profundidad y el respeto por la obra de Tolkien que tantos esperan ver en pantalla.