11 de abril de 2025

Los Anillos de Poder nos brinda un delirante asedio en la batalla de Eregion con catapultas mágicas y cargas de caballería que rompen el clímax bélico

Uno de los aspectos más controvertidos del séptimo episodio de la segunda temporada de Los Anillos de Poder ha sido el asedio a la ciudad élfica de Ost-in-Edhil, ubicada en el reino élfico de Eregion. Este evento, que debía ocupar un lugar central en la narrativa, quedó significativamente opacado por la polémica generada en torno al beso entre Elrond y Galadriel. Sin embargo, el tratamiento del asedio en sí no ha estado exento de críticas, lo que ha acentuado la insatisfacción general respecto a la ejecución de esta secuencia clave.

Para abordar la representación del asedio en la serie, resulta necesario contextualizar previamente, a través de la obra de J.R.R. Tolkien, las razones que originaron dicho conflicto.

Contexto de la guerra de Eregion según Tolkien

La ciudad que vemos asediada en la serie se llama Ost-in-Edhil y se encuentra en el reino de Eregion. Etimológicamente ‘ost’  significa fortaleza y ‘edhil’  significa elfos.

Ciudad élfica de Ost-in-Edhil representada en Los Anillos de Poder

En las obras del El Silmarillion y Los Apéndices de El Señor de los Anillos, el asedio del Señor Oscuro Sauron a la ciudad élfica de Ost-in-Edhil se presenta como un evento terrible, trágico y un punto decisivo en la guerra contra la oscuridad.

Ost-in-Edhil, conocida como la Ciudad de los Elfos, fue un lugar próspero y un centro de artesanía élfica, especialmente famoso por la forja de joyas y objetos mágicos. Sin embargo, Sauron, con su astucia y poder oscuro, se fijó en Eregion, deseando apoderarse de sus habilidades y del conocimiento de sus habitantes para fortalecer su propio poder.

Sauron adoptó la forma de Annatar, un ser de apariencia atractiva conocido como el Señor de los Dones, con el propósito de ganarse la confianza de los elfos de Eregion, especialmente de Celebrimbor, uno de los más destacados forjadores de su tiempo. A través de astutas manipulaciones y engaños, Annatar logró persuadir a los elfos para que colaboraran con él en la creación de los Anillos de Poder. Este proceso culminó en la forja de los Tres Anillos Élficos: Narya, Nenya y Vilya, cuyas implicaciones tendrían un impacto trascendental en los eventos posteriores de la Tierra Media.

Ruinas de la ciudad élfica de Ost-in-Edhil representada en La Comunidad del Anillo

En el año 1600 de la Segunda Edad, cuando Sauron forjó en secreto el Anillo Único en el Orodruin, los elfos entendieron que todo había sido un engaño de Sauron para dominarlos con el poder de los anillos, por lo que Galadriel, Gil-Galad y Círdan no se los volvieron a poner. Sauron, al enterarse de que había sido descubierto, lanzó un ataque violento sobre la ciudad de Eregion. El asedio fue brutal, y la ciudad fue finalmente devastada en el año 1697 de la Segunda Edad y Celebrimbor torturado y finalmente asesinado. Los Elfos que sobrevivieron fueron forzados a huir o fueron capturados.

El asedio de Eregion marcó un punto de no retorno en la historia de la Tierra Media, pues fue el inicio de la gran guerra entre las fuerzas de Sauron y los pueblos libres de la Tierra Media. La caída de Eregion simboliza la corrupción y la pérdida, así como el poder destructivo de Sauron que afecta a todas las razas, especialmente a los elfos, quienes eran conocidos por su sabiduría y belleza.

Una vez ubicados de forma canónica en el tema de la guerra de Eregion, nos adentramos a comentar la delirante representación de la batalla de la ciudad de Ost-in-Edhil en Los Anillos de Poder.

Por un lado, destacar que los showrunners de la serie de Amazon Prime Video parecen haber demostrado una notable falta de comprensión sobre los principios básicos que rigen un asedio, ignorando criterios mínimos de realismo. La narrativa se presentó como si se tratara de una de las batallas más épicas y colosales jamás vistas, lo cual, en la ejecución, resulta desmesurado e incoherente.

Uno de los momentos más llamativos al inicio del asedio es el uso de catapultas tipo trebuchet por parte de los orcos comandados por Adar. La enorme distancia y la gran altura que alcanzan los proyectiles es asombrosa, pero no en el buen sentido: en lugar de comportarse como munición lanzada por una catapulta, parecen meteoritos impactando en la ciudad élfica.

Comienzo del asedio de la ciudad con los trebuchets disparando en la noche

Lo absurdo de la escena no termina ahí, ya que dichas catapultas logran alcanzar la cima de una montaña considerablemente más alta que la ciudad y, de manera inverosímil, derriban grandes rocas que caen de forma precisa sobre un río, creando una presa artificial. Este río, de gran amplitud, resulta ser la confluencia de los ríos Sirannon y Glanduin, y sorprendentemente, las rocas caen de tal modo que forman una barrera perfecta, provocando que el agua desaparezca casi instantáneamente y se transforme en lodo.

Momento en que las catapultas disparan a la montaña

El resultado es una imagen visualmente disparatada y surrealista, difícil de creer y justificar desde cualquier perspectiva técnica o narrativa. ¿Cómo podrían unas catapultas trebuchet alcanzar tales alturas, cuando hablamos de miles de metros de distancia? Sin lugar a dudas, se trata de una escena propia de un guión que solo busca la epicidad de las tomas y no ofrecer un producto creíble, dentro de la fantasía de Tolkien.

Por otro lado, la defensa de la ciudad resulta ser completamente arbitraria y limitada. Solo se observan alrededor de veinte arqueros elfos disparando desde las murallas, lo que en ningún momento transmite la impresión de que exista un verdadero ejército defendiendo Ost-in-Edhil. Esta ciudad, considerada el asentamiento élfico más grande de la época, albergaba una población estimada de 10.000 habitantes, lo que sugiere que debería contar con una fuerza militar significativa. Sin embargo, lo que se muestra es una población desorganizada, incapaz de buscar refugio de manera efectiva, lo que genera una constante sensación de caos con elfos corriendo de un lado a otro, a pesar de haber estado sometidos durante horas a un asedio proveniente del mismo flanco.

Arqueros elfos disparando desde la muralla

La carga de caballería de los elfos de Lindon, liderada por Elrond, carece de una adecuada introducción y desarrollo estratégico en el contexto de la batalla. No se presenta al espectador una planificación previa, ni se especifica cuántos efectivos participan o cuál es la táctica que se empleará en la contienda. Los elfos simplemente aparecen en escena y proceden a lanzar una carga directa contra el ejército de Adar. Este ataque se ve interrumpido abruptamente cuando los orcos exhiben a Galadriel en un carro, prisionera y con un orco pinchando su cuello con una espada. En consecuencia, toda la caballería, que avanzaba a gran velocidad con el fin de embestir al ejército orco, se detiene de manera súbita en cuestión de segundos. Este hecho resulta completamente irreal y físicamente inverosímil, dada la magnitud de la carga y la dinámica inherente al movimiento de una formación de caballería en plena aceleración.

Carga de caballería de los elfos de Lindon

Tras la mencionada escena, la caballería desaparece por completo en el resto del episodio. Los elfos, desorganizados y sin ninguna estructura militar discernible, combaten a pie, dispersos por el campo de batalla. Elrond, en su intento de coordinar a las fuerzas, emite órdenes que parecen ignoradas por completo. Gil-Galad hace su aparición solo en el último momento, participando en la muerte del Troll Damrod, quien, más allá de eliminar algunos orcos, tiene un impacto mínimo en la batalla. El conflicto adquiere un tono desordenado y carente de profundidad narrativa, con escenas que carecen de peso argumental. Los elfos caen en un lodazal frente a la ciudad, sin un plan estratégico discernible, lo que convierte el desenlace de la batalla en un auténtico despropósito desde el punto de vista argumental.

Alusiones evidentes a la Batalla del Abismo de Helm

Pese al desastre de esta batalla, han sido muy claras las referencias a la Batalla del Abismo de Helm, de Peter Jackson en Las Dos Torres. La Batalla de Eregion en Los Anillos de Poder se presenta como un intento fallido de capturar la épica de los momentos más icónicos de la obra de Tolkien. Desde el principio, la falta de coherencia en el escenario y la estrategia hace que esta batalla carezca de la misma sensación de peligro o tensión que consiguió Jackson en Cuernavilla. Los defensores, en este caso, no cuentan con una fortaleza creíble ni un plan de defensa que inspire confianza; la batalla parece surgir de manera repentina y sin el mismo peso que se percibe en el Abismo de Helm.

Uno de los fallos más notables es la falta de realismo en las tácticas de guerra. Los personajes actúan más como piezas de un espectáculo que como soldados enfrentando una amenaza real. Las decisiones de los personajes no parecen tener una lógica militar ni narrativa, lo que contribuye a un constante sentimiento de desconexión con el espectador. La presencia de personajes clave en la batalla no se siente significativa ni conduce a un desarrollo emocional tangible, lo que provoca un anticlímax recurrente. Cada giro parece forzado, sin la construcción de una tensión real que haga que las victorias o derrotas importen.

La representación de esta batalla se erige como un ejemplo claro de cómo una ejecución técnica y narrativa deficiente puede desvirtuar el potencial épico de un conflicto bélico en una obra cinematográfica

Análisis de La Gloria de Gondor sobre la Batalla de Eregion

La inclusión de catapultas que desafían la lógica física, disparando proyectiles a alturas y distancias inverosímiles, evidencia un enfoque surrealista y exagerado que compromete la inmersión del espectador. A esta falta de verosimilitud se suma la ausencia de un hilo narrativo militar coherente, donde las fuerzas élficas, desorganizadas y dispersas, operan sin una estructura táctica clara, generando confusión y desconcierto.

El clímax, que debería haber sido la carga de los elfos de Lindon, termina por convertirse en un momento anticlimático. La carga, ejecutada sin estrategia visible y detenida abruptamente de manera inverosímil, subraya una falta de tensión dramática y un manejo pobre de la narrativa visual.

En definitiva, la batalla en su conjunto, carece de la estructura necesaria para sostener un conflicto bélico convincente, resultando en un delirio audiovisual que sacrifica el realismo y la coherencia en favor de un espectáculo vacío y desprovisto de significado cinematográfico.

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