En el artículo titulado ¿Tolkien era woke? recientemente publicado en la web oficial de la Sociedad Tolkien Española, su autor Michael Martínez aborda la cuestión de si J.R.R. Tolkien puede ser considerado woke debido a sus posiciones adelantadas en temas como el racismo y el papel de la mujer. Martínez argumenta que la obra de Tolkien, aunque no es alegórica, es aplicable a diversas cuestiones sociales y políticas, y que su conciencia sobre desigualdades sociales podría alinearse con lo que hoy se denomina woke.
Es fundamental, sin embargo, analizar este planteamiento desde una perspectiva crítica y académica, considerando la profunda influencia del catolicismo en la vida y obra de Tolkien. Tolkien fue un devoto católico cuya fe impregnó su creación literaria de manera significativa. Él mismo describió El Señor de los Anillos como «una obra fundamentalmente religiosa y católica; inconscientemente al principio, pero conscientemente en la revisión». Esta afirmación subraya que su cosmovisión cristiana fue el cimiento de su narrativa, más allá de cualquier tendencia social contemporánea.
La idea de presentar a Tolkien como un autor woke es, en el mejor de los casos, una lectura anacrónica de su pensamiento y, en el peor, una manipulación delirante e ideológica de su legado
El término woke, surgido en la década de 2010, ha evolucionado en las últimas décadas, pasando de referirse a una conciencia sobre las injusticias raciales a englobar una amplia gama de cuestiones relacionadas con la justicia social, incluyendo la ideología de género, el aborto, el feminismo radical, la eutanasia, el relativismo, la inclusión forzada, la multiculturalidad, las teorías queer y la orientación sexual. Sin embargo, aplicar este concepto a un escritor como Tolkien que vivió en el siglo XX, profundamente influenciado por su fe católica y una visión del mundo arraigada en la tradición cristiana, es un error de enfoque que desvirtúa la esencia de su obra. Además, el hecho de equiparar ser woke con ser una buena persona es una simplificación que no reconoce la complejidad de las convicciones individuales y las motivaciones éticas.
La oposición de Tolkien al racismo y su representación de personajes femeninos fuertes no derivan de una ideología woke, sino de su fe católica y su comprensión de la dignidad humana
Su rechazo al racismo está documentado en sus cartas, donde expresó su desdén por las teorías raciales de su época. Por ejemplo, en una carta de 1938, Tolkien respondió a una consulta alemana sobre su ascendencia aria declarando su desaprobación hacia las políticas raciales nazis:
«Personalmente, me sentiría inclinado a negarme a dar cualquier Bestätigung (aunque sucede que puedo), y dejaría que una traducción alemana se quedara en el olvido. En cualquier caso, me opondría firmemente a que apareciera impresa una declaración de ese tipo. No considero que la (probable) ausencia de sangre judía sea necesariamente honorable; Tengo muchos amigos judíos y me arrepentiría de haber dado algún indicio de que me sumé a la doctrina racial, totalmente perniciosa y anticientífica».
«No soy de origen ario, es decir, indoiraní; hasta donde sé, ninguno de mis antepasados hablaba flamenco, persa, gitano ni ningún dialecto relacionado. Pero si he de entender que está preguntando si soy de origen judío, sólo puedo responder que lamento no tener antepasados de ese pueblo tan talentoso. Mi tatarabuelo llegó a Inglaterra en el siglo XVIII procedente de Alemania: la mayor parte de mi ascendencia es, por tanto, puramente inglesa, y yo soy súbdito inglés, lo que debería ser suficiente. No obstante, me he acostumbrado a considerar con orgullo mi nombre alemán, y seguí haciéndolo durante todo el período de la última y lamentable guerra en la que serví en el ejército inglés. Sin embargo, no puedo dejar de comentar que si las preguntas impertinentes e irrelevantes a este hijo se convierten en la regla en materia de literatura, entonces no está muy lejos el día en que un nombre alemán ya no será motivo de orgullo».
Esta postura refleja su creencia en la igualdad de todos los seres humanos, una enseñanza central del cristianismo.
En cuanto a la representación de las mujeres, personajes como Éowyn muestran valentía y profundidad, desafiando los roles tradicionales de género de su tiempo. No obstante, interpretar esto como una adhesión a la ideología woke es una lectura contemporánea que no se alinea con las intenciones del autor. Tolkien creó personajes complejos que reflejan virtudes humanas universales, sin la intención de promover una agenda política específica.
Además, es crucial destacar que ciertas posturas asociadas al movimiento woke, como el apoyo al aborto o la promoción de una amplia gama de identidades de género, son absolutamente contrarias a las enseñanzas de la Iglesia Católica. Dado que Tolkien era un católico devoto, es improbable que hubiera respaldado estas posiciones. Su fe le llevaba a valorar la vida desde la concepción y a adherirse a una visión tradicional de la sexualidad y el género. Por lo tanto, atribuirle una postura woke en estos temas es totalmente inconsistente con sus creencias religiosas.
El forzoso intento de Martínez de encajar a Tolkien dentro de la narrativa woke peca de una falacia muy extendida en ciertos círculos intelectuales: asumir que estar a favor de lo bueno y justo es sinónimo de ser woke. La concepción del bien en la obra de Tolkien no se basa en relativismos, sino en principios morales sólidos como la lucha entre la Oscuridad y los Pueblos Libres, conceptos entendidos desde una ética cristiana.
El conservadurismo de Tolkien en materia social fue tan evidente en su época, que no fueron pocos quienes, desde la izquierda política, le acusaron de vender una visión edulcorada de las sociedades medievales y o tradicionales; así como una idealización de ‘La Comarca’, con su monolítica cultura y etnicidad Hobbit, que recuerda en muchas cosas a la de la Inglaterra pre industrial y previa a las grandes oleadas migratorias y de globalización. Lo cierto es que, aunque las sociedades tradicionales que describe Tolkien distan de ser perfectas, el profesor no vende para nada una narrativa demasiado crítica con las instituciones existentes, como la monarquía, la familia, la patria, la comunidad, o lo que los wokes de hoy día llamarían «patriarcado». Más bien al contrario, se traslada una visión poco conflictiva con eso, poco revolucionaria. Una visión muy en la línea de lo que es el conservadurismo político y su aceptación de lo que se considera «el orden natural».
No está de más recordar, que en la URSS, donde su obra fue por lo general bien recibida por la crítica y un éxito literario, los más puristas del Régimen Soviético acusaron al profesor Tolkien de perpetuar las relaciones de vasallaje, clasismo y sumisión con la relación entre el ‘señor Frodo’ y su fiel y leal Sam.
La obra de Tolkien está impregnada de temas cristianos, como la muerte, la lucha entre el bien y el mal, el amor y la amistad, la importancia de la humildad y el sacrificio, y la esperanza en la redención. Estos temas reflejan su cosmovisión católica y ofrecen una visión moral que trasciende las etiquetas políticas contemporáneas. Su narrativa no busca adoctrinar, sino presentar verdades universales a través de la mitología y la fantasía.
Más allá del contenido del artículo, resulta alarmante que la Sociedad Tolkien Española haya decidido traducir y publicar un texto de estas características en su web oficial. Este hecho pone de manifiesto una preocupante falta de criterio en la selección de materiales divulgativos. Como entidad que se presume seria y erudita en el estudio de la obra de Tolkien, la Sociedad debería velar por la rigurosidad académica y evitar la propagación de interpretaciones sesgadas o forzadas que desvirtúan el pensamiento del autor.
«Un mago debería saber lo que hace. No hay término en élfico, lengua Ent o de los Hombres, para describir este horror» – Bárbol, Las Dos Torres
La difusión de este artículo plantea preguntas sobre la dirección editorial de la Sociedad Tolkien Española y sobre su compromiso con el estudio objetivo de la obra de Tolkien. ¿Se está priorizando una agenda ideológica por encima del rigor académico? ¿Se busca reescribir la figura de Tolkien para adaptarla a las sensibilidades actuales? De ser así, se estaría traicionando el espíritu del propio autor, quien rechazaba vehementemente la manipulación de sus escritos con fines propagandísticos.
Es necesario reivindicar a Tolkien como lo que verdaderamente fue: un hombre de fe, un intelectual brillante y un creador de mitos cuya obra trasciende el tiempo y las modas ideológicas. Intentar etiquetarlo como woke no solo es un error conceptual, sino también una falta de respeto a su legado. La Sociedad Tolkien Española, como entidad de referencia en el estudio del autor, tiene la responsabilidad de evitar este tipo de tergiversaciones y de promover un análisis serio y respetuoso de su obra y pensamiento.
La Tierra Media es un lugar de maravilla y de verdad, y debemos protegerla con la misma devoción con la que sus personajes lucharon por el bien frente a la oscuridad
El legado de Tolkien es un tesoro literario que ha marcado generaciones de lectores y ha cimentado el género de la fantasía moderna. Nos regaló un mundo vasto y profundo, poblado de personajes inolvidables y valores universales que nos enseñan sobre el coraje, la amistad, la humildad y la lucha por el bien. Su obra no pertenece a una ideología ni a una corriente, sino a todos aquellos que encuentran en la Tierra Media un refugio, una inspiración y un ideal. Como fans, es nuestro deber defender y preservar su mundo, resistiendo cualquier intento de distorsión que busque apropiarse de su legado con fines ajenos a su verdadero espíritu. La Tierra Media es un lugar de maravilla y de verdad, y debemos protegerla con la misma devoción con la que sus personajes lucharon por la luz frente a la oscuridad.