En el ámbito de la cultura pop, las declaraciones de Anthony Mackie sobre la falta de diversidad racial en la saga de El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien han generado un debate significativo. Mackie, que ha declarado: «Harry Potter no tenía ni un jodido amigo negro. Frodo se recorrió todo el universo y nunca se encontró con un tipo negro», ha puesto en cuestión la representación étnica en una de las obras de fantasía más icónicas de todos los tiempos.
Estas palabras no solo han abierto un debate sobre la diversidad en la literatura y el cine, sino que también han planteado interrogantes sobre cómo abordamos las obras del pasado desde la perspectiva de la justicia social contemporánea. Sin embargo, es crucial abordar este tema con un enfoque crítico que no solo refleje la contemporaneidad de nuestras preocupaciones, sino que también respete el contexto histórico y la visión del autor.
Para empezar, es esencial entender el marco en el que Tolkien escribió El Señor de los Anillos
Publicada entre 1954 y 1955, esta obra no fue concebida como una representación del mundo moderno con sus luchas y movimientos por la igualdad racial. Tolkien, un filólogo y medievalista, se inspiró en las mitologías, las lenguas y las culturas de la Europa antigua para crear la Tierra Media, un mundo donde las razas ficticias como los elfos, enanos, hobbits y hombres tienen sus propias culturas, lenguas y conflictos.
La diversidad en su obra se refleja más en la variedad de estas razas y sus complejas interacciones que en la representación de diferentes etnias humanas como las entendemos hoy.
La delirante crítica de Mackie, parece no considerar adecuadamente este contexto. Al sugerir que la narrativa de Tolkien debería haber incluido personajes de diferentes etnias para ser «correcta» según los estándares actuales. Esta acusación fácil ignora por completo que la obra de Tolkien es una construcción de un mundo fantástico basado en mitos y leyendas específicos, no un reflejo directo de nuestro mundo con sus complejidades sociales contemporáneas.
Este enfoque puede llevar a una interpretación reduccionista de la literatura, donde la calidad y la profundidad de la narrativa se valoran menos que su alineación con agendas políticas o sociales del momento.
Además, la insistencia en alterar o reinterpretar obras históricas para ajustarlas a ideologías modernas de diversidad racial plantea un dilema ético y artístico
¿Debemos cambiar la visión de un autor para que se alinee con nuestras sensibilidades actuales? La respuesta es no, ya que forzar una agenda sobre obras del pasado desvirtúa radicalmente el arte original, llevando a un revisionismo que no respeta la integridad de la visión del autor.
La verdadera diversidad en El Señor de los Anillos reside en la profundidad de sus personajes, sus dilemas morales y las alianzas que trascienden las diferencias raciales dentro de su propio universo. La amistad entre Frodo y Sam, la nobleza de Aragorn, la sabiduría de Gandalf, y la complejidad moral de Gollum son ejemplos de cómo Tolkien exploró la humanidad a través de sus personajes, independientemente de su raza o sexo.
Además, es importante recordar que la discusión sobre la diversidad no debe limitarse a la reescritura de obras pasadas. En lugar de enfocarnos solo en críticas retrospectivas, deberíamos promover la creación de nuevas narrativas que reflejen la diversidad del mundo contemporáneo. La literatura y el cine pueden y deben evolucionar, pero esta evolución no debe materializarse a costa de la inclusión de razas deliberadamente por el mero hecho de tener un color de piel determinado.
Las declaraciones de Anthony Mackie reflejan una falta de comprensión del propósito y la construcción de la obra de Tolkien
La valoración de una obra literaria debería centrarse en su mérito artístico, narrativo y en su capacidad para transmitir verdades humanas universales. La diversidad racial debe ser algo libre de aplicar, y su imposición sobre obras históricas sin considerar el contexto puede llevar a una apreciación superficial de la literatura, perdiendo de vista lo que realmente hace a una obra atemporal: su capacidad para resonar con el espíritu humano a través del tiempo.
No debe de haber tocado un libro de Tolkien en su vida ese tipo.